Siguiendo las recomendaciones de los activistas locales, nuestro siguiente destino en Rumanía era Timișoara, una ciudad al oeste de Transilvania.
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Allí encontramos una situación muy distinta, lo que nos indicó que el movimiento para salvar Rosia Montana se ha desarrollado con muchos matices distintos relacionados a la situación local. Aquí la relación con las autoridades era completamente diferente; cuando establecieron el campamento en la “Piața Unirii” las autoridades pidieron un documento explicando que motivos tenían y que iban a hacer allí. En breve dejaron listo un documento explicando las razones de la protesta y diciendo que eventualmente por las tardes tendrían actividades culturales e informativas.
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Clik here to view. - Campamento en Timisoara
El mismo día la autoridad local les cedió el permiso e incluso puso empleados para vigilar el campamento en caso de que los activistas no pudieran permanecer allí. Según nos contaron, porque el alcalde está concienciado y apoya la causa. Esto derivó en una dinámica singular: sin miedo a la represión ni a la censura sus actividades podían transcurrir con menos preocupaciones y los consensos se alcanzaban más efectivamente. El arreglo legal también hizo que gente de diferentes mentalidades decidiese participar sin miedo y sin sentirse criminalizados, lo que motivó apertura e inclusividad.
El campamento consiste en un conjunto de tiendas en el que guardan materiales varios para las protestas y un punto de información permanente. Las propuestas que se desarrollaron a partir de ahí consistieron en estrategias para ganar la atención de la gente y hacerla partícipe, sobretodo con eventos culturales y artísticos relacionados. Hay un programa regular de muestra de documentales en la plaza, performances, debates, etc. a parte de la manifestación semanal del domingo. Un ejemplo de acción creativa en esas manifestaciones es la estrategia que usan para burlar la ley que les prohíbe bloquear con sentadas los cruces de calles: lo que hacen es simplemente aminorar notablemente la marcha de la manifestación, así que el tiempo que el cruce permanece cortado al tráfico es incluso superior al que conseguirían con una sentada. Más allá del campamento cuentan también con espacios “amigos” donde pueden reunirse o que sirven como punto de encuentro y logística.
Otra situación curiosa es su relación con los medios. Según nos contaron, los medios principales del país evitan a toda costa hablar del conflicto de Rosia Montana (ahora mismo, por ejemplo, el tema estrella son los perros vagabundos). Pero en Timișoara varios periodistas de medios locales se han volcado con la protesta y procuran publicar información a diario. Así nos hicieron un par de entrevistas, estuvimos comentando el conflicto con los medios y charlando sobre la manipulación que ellos viven de cerca.
Hay asambleas regulares que se convocan según necesidades, pero al menos se da una a la semana para preparar el programa de los siguientes días y evaluar la manifestación semanal. Asistimos a un par de estas asambleas donde pudimos observar la metodología que usan, muy similar a la nuestra (orden del día, símbolos, moderación horizontal, etc.), aunque cabe añadir que en Rumanía no hay una tradición asamblearia fuerte y eso lleva a algunos conflictos menores.
En la primera asamblea se habló del evento del miercoles 30 de octubre, día en el que decidieron hacer un homenaje, a modo de protesta, a las 89 personas fallecidas en una catastrofe en 1971 en la mina Certej. Esta tragedia se dió por un accidente en una mina explotada con cianuro en la que un tanque de residuos se rompió debido al exceso de material y puede que a la combinación de algunos materiales que reaccionaron elevando la temperatura del recinto, aunque el incidente nunca fue investigado en profundidad. El hecho se produjo antes de las 6 de la mañana y pilló desprevenidos y durmiendo a los habitantes del pueblo a quienes fue imposible evacuar a tiempo. Los residuos inundaron un área de 4 a 5 km cuadrados, destruyó 6 edificios de apartamentos además de varias viviendas y causó daños irreparables en el medio ambiente.
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El miércoles fuimos a la delegación local del Ministerio de Medio Ambiente y allí nos encontramos con los activistas. Se habían dispuesto flores y velas frente al edificio.
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Flores frente al ministerio
Algunos entraron a hablar con el responsable de la institución para que se uniese al homenaje y dirigiera unas palabras a la prensa local que también se presentó allí. Al parecer, el responsable declinó bajar de su despacho e invitó a la prensa a entrar. Sus declaraciones fueron esquivas y alegó no tener responsabilidad sobre las decisiones que se tomen en la región donde se encuentra Rosia Montana.
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En la siguiente asamblea a la que asistimos hubo una acalorada discusión por un tema conflictivo y de índole estratégica: la posible colaboración con miembros de la Iglesia Ortodoxa. El trasfondo viene de una situación a la que no estamos habituados en el estado español, se da el caso de que, a pesar de la prohibición expresa de la institución eclesiástica, varios curas o miembros de esta se han mobilizado activamente contra la explotación minera y han traído consigo a los fieles y campesinos. Rumanía sigue siendo un país con un alto nivel de religiosidad donde conviven los cristianos, los ortodoxos y los musulmanes. Eso sumado a la inclusividad de las protestas hace habitual que se encuentren creyentes y miembros de las instituciones religiosas, tanto en la organización como en la protesta en sí misma.
La discusión pues, vino de una propuesta simple: invitar al cura local para que exponga abiertamente en la plaza su postura frente al conflicto de Rosia Montana. Desde el punto de vista estratégico, esto podría ser un método de alcanzar a informar a los fieles y dar más difusión a la protesta. No obstante, desde el punto de vista político, significa colaborar con una institución altamente jerárquica y autoritaria, lo cual podría poner en peligro la base de horizontalidad y la neutralidad ideológica del movimiento, tirando por tierra el esfuerzo realizado hasta ahora. La decisión final pues, dependía de la asamblea y se estableció llevar a cabo un primer intento de colaboración.
Aunque la acogida estaba siendo magnifica, en una de las asambleas conocimos a miembros de un proyecto de eco-aldea a unos 30km de allí, también involucrados en la protesta, y no nos costó mucho dejarnos convencer para visitarles. Así que salimos para Stanciova, el pueblo en el que se ubica el proyecto, después de pasar cinco días en Timișoara.
Posteriormente supimos que la situación en la ciudad de Brasov donde hubo un primer encontronazo con la Jandarmeria se saldó con una multa. No obstante en la semana siguiente a este incidente comenzaron a darse más casos de leve represión en Cluj que derivaron en una ráfaga de otras 17 sanciones.
Otro dato relevante es que otros sectores sociales han comenzado a mobilizarse por motivos varios, habiendo tenido lugar, en las dos semanas posteriores a nuestra visita, grandes manifestaciones de sindicatos de médicos, profesores y estudiantes.